Una madrugada, que más parecía el alba del nuevo día, un
contacto de mi facebook me dijo“hola”,
era una dama, que me dijo, le gustaba mis reflexiones,
y que ella tenía una triste historia que contar, y
el diálogo se hizo una narrativa por parte de ella. Me
dijo que se enamoró de un buen hombre, remarcó, de un
gran hombre, de su nombre sólo dijo que lo llamaría “JUAN”; que
cuando lo conoció, él estaba en proceso de divorcio y al poco tiempo se
hicieron pareja. Al continuar su historia dijo que su relación fue
de muchos años, que ahora ella tenía 57 años, y “Juan” hace 8 había
fallecido.
Cuando lo conocí,
indicó, él tenía 4 hijos, 2 varones y 2 mujeres, y que con ella tuvo 2 hijos
varones más, que fue un preocupado padre, siempre pensando en casa, estudio,
alimentos y vestimenta, que así fue también con su anterior
familia. La historia parecía común, intrascendente o sin mayor
interés, hasta que me dijo que el problema comenzó cuando a ella no le gustó
que él tuviera la misma preocupación por ambas familias, que si “Juan” era de
ella, no debería preocuparse por otra familia, que él tenía ahora sus hijos con
ella y no tenía por qué atender a los hijos de la primera pareja, que de
"esa" ya se había divorciado, que poco a poco consiguió una forma de
evitar que “Juan” comparta tiempo con sus hijos, logrando que se aleje de
ellos; en cada palabra o comentario de esta "conocida", me dejaba un
sabor a nostalgia, yo no sabía por qué, porque hasta aquí la historia parece
una más de las tantas que escuchamos a diario; pero había algo más.
También me dijo que cuando los chicos lo visitaban a él, ella nunca se mostró
de acuerdo, y que cuando lo llamaban a casa, ella lo negaba; poco a poco la
separación entre padre e hijos se hizo un enorme abismo, Juan se divorció de su
esposa, yo lo divorcié de sus hijos -sentenció-, por ello “Juan” dejó de sonreír, había
dejado de ser el hombre optimista que conocí, se apagó poco a poco,
"Juan" sufría en silencio.
Los chicos, se
hicieron adolescentes, y por la ausencia de su padre, tres dejaron de estudiar,
uno de ellos apenas terminó la secundaria; mi “conocida” recordó que muchas
veces la policía llamó telefónicamente a su casa para anunciar que uno u otro
de los hijos de “Juan” había sido detenido por alteración del orden o por escándalos de pandillas en horas de la madrugada y otras veces por estar
involucrados en un hecho delictivo; me dijo, “Juan” mi bueno y gran hombre
nunca más volvió a ser feliz, tanta fue su pena que un día un infarto se lo
llevó.
Los hijos de “Juan”
ahora son adultos, una de las chicas acaba de salir de un penal, la otra no
tiene una familia estable, uno de los varones aún está preso, el otro consume
drogas; mi “conocida” reconoce con profundo dolor haber influido bastante para
este resultado, que ella fue quien alejó a “Juan” de sus hijos, que esos
chicos pudieron tener un mejor futuro, si ella no hubiese actuado así,
separando a un padre de sus hijos, que lamenta mucho lo ocurrido, que ahora
entiende su error al contribuir a remarcar esas carencias en relaciones
sociales, que ahora entiende por qué “Juan” sufría en silencio, que “Juan”
sabía lo que se avecinaba, “Juan” murió de dolor.
Me dijo que quería contar esta historia para que yo la
cuente, que la publique, que era necesario evitar que ese error que ella no se
perdona, no se repita, a manera de excusa me dijo, que su inseguridad la llevó
a tomar esa equivocada forma de pensar, pero aún así era necesario decirlo,
para que no vuelva a ocurrir, que así –con esas carencias- se
forman personas antisociales, y que somos nosotros los que contribuimos a ese
trágico fin; cuéntala amigo, cuéntala, por favor cuéntala, insistió,
di que debemos hacer algo para que no haya otras mujeres que se
equivoquen como yo me equivoqué, para que no tengan una historia triste que
contar; luego me dijo que no sabía si sentía más tristeza por la pérdida de
"Juan" o por el daño causado a los hijo de él, y después...
simplemente se "desconectó".
El tiempo pasó tan
rápido que no me di cuenta que ya era hora del desayuno, uno de mis hijos se
despertó y llamó mi atención con un "Buenos días Papi", ese día
saludé a mi hijo con un fuerte abrazo, mi hijo hasta ahora recuerda esa
respuesta de saludo de "Buenos días", él no sabe por qué le respondí
así, yo si sé, porque no quiero ser parte de una historia triste que contar.
Autoría
BENITO D. CERVANTES QUIRÓZ
ABOGADO - DOCENTE UNIVERSITARIO
AUTOR Y PROMOTOR
AUTOR Y PROMOTOR
TEORÍA DE LA PREVENCIÓN CIENTÍFICO-SOCIAL DEL DELITO
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